«Simplicidad» y «pequeñez» son aquí, en el fondo, equivalentes de la «pobreza», de la que
es tan frecuentemente cuestión también en el Evangelio, y que se comprende generalmente muy mal: «Bienaventurados los pobres “en” espíritu, pues el Reino de los Cielos les pertenece» . Esa «pobreza» (en árabe El-Faqru) conduce, según el esoterismo musulmán, a El-fanâ, es decir, a la «extinción» del «yo» ; y, por esta «extinción», se alcanza la «estación divina» (El-maqâmul-ilahi), que es el punto central donde todas las distinciones inherentes a los puntos de vista exteriores son rebasadas, donde todas las aposiciones han desaparecido y son resueltas en un perfecto equilibrio. «En el estado primordial, estas oposiciones no existían. Todas son derivadas de la diversificación de los seres (inherente a la manifestación y contingente como ella), y de sus contactos causados por la rotación universal (es decir, por la rotación de la «rueda cósmica» alrededor de su eje). Cesan de inmediato de afectar al ser que ha reducido su yo distinto y su movimiento particular a casi nada» . Esta reducción del «yo distinto», que finalmente desaparece reabsorbiéndose en un punto único, es lo mismo que El-fanâ, y también que el «vacío» que hemos cuestionado un poco más atrás; es por lo demás evidente, según el simbolismo de la rueda, que el «movimiento» de un ser es tanto más reducido cuanto que ese ser está más próximo del centro. «Ese ser no entra más en conflicto con ningún ser, porque está establecido en lo infinito, borrado en lo indefinido . Ha llegado y se tiene en el punto de partida de las transformaciones, punto neutro donde no hay conflictos. Por concentración de su naturaleza, por alimentación de su espíritu vital, por reunión de todas sus potencias, se ha unido al Principio de todas las génesis. Estando su naturaleza entera (totalizada sintéticamente en la unidad principal), estando su espíritu vital intacto, ningún ser podría mermarle» .
Ariza Francisco . Apercepciones sobre el esoterismo islámico y el Taoísmo .