Conozco a un hombre que escribió continuamente en contra de Dios, durante treinta años. Vino

a verme y dijo: -Me gustaría tener un debate contigo. Le respondí: -No es posible, porque diré que sí a cualquier cosa que digas. Exclamó: -¿A cualquier cosa que yo diga? ¿Qué quieres decir? Me pasé treinta años tratando de demostrar que Dios no existe. Le dije: -Si Dios existe o no, es irrelevante. Pero ¿por qué has desperdiciado treinta años? ¿Ahora quién te los va a devolver? No hay Dios, así que ni siquiera puedes pedirle otra vida. Pero ¿por qué te preocupas? Es una obsesión. Estás neurótico. Si Dios no existe, simplemente deja de lado la idea y vive. -No -respondió-. Tengo que demostrarlo para convencer a los demás. -Pero, si Dios no existe, deja que los demás crean. ¿Por qué preocuparte tú? Él estaba preocupado, terriblemente preocupado: Dios era una obsesión en su aspecto negativo. Y después hay gente que continuamente demuestra que Dios existe. También pierden el tiempo. Si Dios existe, ¡ámalo! Si no existe, vive su ausencia. ¿Por qué preocuparse? Te preocupa que Dios no exista. Hay gente que se preocupa porque Dios tiene que existir. Se la pasan haciendo que los demás crean; tratan de conven-cerlos. ¿A quién tratan de convencer? No es un diálogo; es tu un monólogo. Todo lo que intentas demostrar es en verdad tu desequilibrio interior. Te gusta-ría que el otro no existiera. Entonces, podrías sentirte en equilibrio.

Osho . El Dios de todos .

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