La esencia uraniana, y masculina por consiguiente, de los meteoritos no es por ello menos
indiscutible, pues ciertos sílex y herramientas neolíticas han recibido de los hombres de épocas posteriores el nombre de «piedras de rayo», «dientes de rayo» o «hachas de Dios» (God's axes): los lugares donde se hallaban creíase que habían sido castigados por el rayo4. El rayo es el arma del Dios del cielo. Cuando este último fue destronado por el Dios de la tormenta, el rayo se convirtió en signo de la hierogamia entre el Dios del huracán y la diosa Tierra. Así se explica el gran número de hachas dobles halladas en las simas y en las cavernas de Creta. Como los meteoritos y los rayos, estas hachas «hendían» la tierra o, dicho con otras palabras, simbolizaban la unión entre el cielo y la tierra5. Delfos, la más célebre de las simas de la Grecia antigua, debía su nombre a esta imagen mítica: delphi significa efectivamente el órgano generador femenino. Como más adelante se verá, otros muchos símbolos y apelativos asimilaban la tierra a una mujer. Pero la homologación tenía un valor ejemplar, dándole prioridad al Cosmos. Platón nos recuerda (Menex, 238 a) que en la concepción la mujer es la que imita a la tierra, y no inversamente.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .