Crantor, otro filósofo de la primera época de la academia platónica, derivaba el alma humana

de la substancia raíz de todas las cosas, la Mónada o Uno, y la Duada o Dos. Plutarco habla extensamente de este filósofo, quien, como su maestro, creía que las almas encarnaban por castigo en los cuerpos. Aunque algunos críticos opinan que Heráclides no siguió del todo las doctrinas de Platón (22), enseñaba la misma ética. Zeller dice que con Hicetas y Ecfanto admitía la doctrina pitagórica de la rotación de la tierra alrededor de su eje y la inmovilidad de las estrellas fijas, pero que ignoraba la revolución anual de la tierra alrededor del sol y el sistema heliocéntrico (23). Sin embargo, hay pruebas de que en los Misterios se enseñaba este sistema, y que Sócrates fue condenado a muerte por divulgar estas santas enseñanzas, que sus compatriotas tildaron de ateas. Heráclides opinaba lo mismo que Pitágoras y Platón en lo concerniente a las facultades y potencias del alma humana, que describe como esencia luminosa y en alto grado etérea, residente en la vía láctea antes de descender a la generación o existencia sublunar. Los demonios o espíritus son para él seres con cuerpos vaporosos y aéreos.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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