Era una mañana realmente encantadora, una clara y hermosa mañana. Todas las hojas estaban cubiertas

de rocío. Y mientras el sol ascendía lentamente, extendiéndose en silencio sobre la bella tierra, en este valle reinaba una gran paz. Los árboles estaban cargados de naranjas, pequeñas pero abundantes. Poco a poco, el sol iluminó cada árbol y cada fruto. Sentado en esa galería que da al valle, uno podía ver las largas sombras de la mañana. La sombra es tan bella como el árbol. Tuvimos deseos de salir, no en automóvil, sino de caminar afuera entre los árboles, y aspirar el aire fresco y el aroma de innumerables naranjas y flores, y escuchar el sonido de la tierra.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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