Uno ha de mirar y escuchar desde el silencio... El silencio no es la terminación

del ruido; el incesante clamor de la mente y el corazón no concluye en el silencio; éste no es un producto ni un resultado del deseo o de la voluntad. La totalidad de la conciencia es un inquieto, ruidoso movimiento dentro de las fronteras de su propia hechura. Dentro de estas fronteras, el silencio o la quietud no son más que la momentánea cesación del parloteo; ése es el silencio tocado por el tiempo. El tiempo es memoria y para él el silencio es corto o largo, puede medirlo, darle espacio y continuidad, y entonces se convierte en un juguete más. Pero esto no es el silencio. Todo lo que está compuesto por el pensamiento se encuentra dentro del área del ruido, y el pensamiento no puede en modo alguno callarse. Puede construir una imagen del silencio y ajustarse a ella rindiéndole culto como a tantas otras imágenes que ha fabricado, pero su fórmula del silencio es la negación misma de éste, sus símbolos son la negación de la realidad. El propio pensamiento debe callar para que el silencio sea. El silencio existe siempre en el presente, lo cual no ocurre con el pensamiento. Este, siendo siempre viejo, no puede penetrar en el silencio, que es siempre nuevo. Lo nuevo se convierte en lo viejo cuando es tocado por el pensamiento. Uno ha de hablar y mirar desde este silencio. Lo verdaderamente anónimo surge de este silencio, y no hay otra humildad que ésa. Los vanidosos son siempre vanidosos, aunque se pongan las vestiduras de la humildad, con lo cual se vuelven duros y susceptibles. Pero desde este silencio la palabra “amor” tiene un significado por completo diferente. Este silencio no está ahí afuera, sino que se encuentra donde no existe el ruido del pensamiento.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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