El "segundo" punto es: lo que el hombre debe hacer para que este nacimiento se

produzca en él y se realice con éxito: si es mejor que haga por su parte algo para esto, por ejemplo teniendo representaciones de Dios o pensando en él, o que se quede tranquilo en un estado de reposo, de silencio, y que entonces Dios hable y actúe en él y que él espere simplemente la operación de Dios. Sobre esto repito: este hablar y este actuar de Dios sólo les ocurre a hombres buenos y perfectos que se han asimilado tan bien la esencia de toda virtud que emana de ellos, de toda su esencia sin que colaboren con ello; ¡y antes que todas las cosas debe vivir en ellos la venerable vida y la noble doctrina de Nuestro Señor Jesucristo! Ellos pueden saber que lo mejor y lo más magnífico a lo que se puede llegar en esta vida es callarse y dejar entonces actuar a Dios. Allí donde todas las potencias están completamente retiradas de toda su actividad y de sus objetivos, allí es donde la palabra es pronunciada. Por eso dice nuestro texto: "En medio del silencio me fue dicha la palabra secreta". Cuanto más estás en estado de reabsorber las potencias y de olvidar todas las cosas y todas las imágenes que desde siempre has acogido en ti, cuanto más olvidas a la criatura, más próximo estás de esta palabra y más preparado para recibirla. ¡Ah, si de una sola vez pudieras volverte ignorante de todas las cosas, sí, caer en una ignorancia de tu propia vida! Como le ocurrió a San Pablo, puesto que dice: "¡Si yo estaba dentro de mi cuerpo o fuera, yo no sé nada, Dios lo sabe!". El espíritu había atraído hacia él de tal forma a todas las potencias del alma que el cuerpo había desaparecido para él: allí, ni la memoria ni la razón, ni los sentidos, ni las potencias a las que corresponde conducir y alimentar a los sentidos, ninguna estaba ya activa; el fuego y el calor vital estaban suspendidos y por esto no se deterioró el cuerpo a pesar de no haber comido ni bebido en tres días. Lo mismo le ocurrió a Moisés cuando ayunó cuarenta días en la montaña sin que por eso se debilitara su cuerpo: el último día estaba exactamente igual de fuerte que el primero. Así es pues cómo el hombre debe evadirse de sus sentidos, volverlos hacia el interior y entrar en un olvido de todas las cosas y de sí mismo. Por eso es por lo que un maestro increpa al alma en estos términos: ¡Retírate de la agitación de las ocupaciones exteriores! y más adelante: ¡Huye y escóndete del tumulto de la actividad exterior así como del de los pensamientos del interior, pues sólo crean problemas!.

Meister Eckhart . Del Nacimiento Eterno .

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