El enemigo trata muchas veces de infundirte una inseguridad, no para enriquecerte con la aparente

sabiduría con que la tiñe, sino para detenerte en tu marcha, porque debe resultarle completamente contraria. Se trata de saber si debes atreverte a invocar el nombre del Señor y la señal que te ha enviado antes de haber disipado por completo todos los obstáculos que te rodean o si, para luchar contra estos mismos obstáculos, debes servirte del nombre del Señor y de todas las fuerzas que lleva consigo. El enemigo, que cree en la eficacia de estas armas, te insinúa continuamente que no eres lo suficientemente puro para utilizarlas y hasta se pone algunas veces en primera fila, bajo unos colores impresionantes, para acobardar tu valor y detener tus resoluciones. Otras veces, sabiendo que estás mal preparado, te sugiere que invoques el nombre del Señor, para, a la vista de los malos resultados, convencerte de que todavía no debes dedicarte a una empresa tan sublime y santa y que sería mejor que esperases otra oportunidad.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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