Debéis saber, por tanto, que ocurre lo mismo con el pueblo cristiano, considerado en todo

su conjunto y como familia divina. Mientras esté disperso, como está, por todas las naciones, sufrirá servidumbres y sumisiones vergonzantes; pero no soportará los ataques personales de los enemigos, porque ahora no forma todo un cuerpo como pueblo. ¿No debe ser todo espíritu y vida en esta familia divina? ¿O es todo espíritu y vida en las circunscripciones locales de los pueblos que llevan en la tierra tan alto el nombre de cristianos? Enemigos visibles y humanos podrían atacar estas circunscripciones nominales y aparentes, sin atacar a la familia divina de los cristianos, que es espíritu y vida, y, por la misma razón, haría falta algo más que enemigos visibles y humanos para atacar a esta familia divina, que es espíritu y vida, si estuviese unida.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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