Esta ubicuidad de la materia prima corresponde en todos sus puntos con la de la
Piedra filosofal. Porque si la Piedra es el resultado final de una operación fabulosa («aprende que éste es un camino muy largo», longis-sima via, nos advierte el Rosarium), también es al propio tiempo extremadamente accesible: efectivamente, se encuentra en todas partes. Ripley (urca 1415-1490) escribe: «Los Filósofos dicen que los pájaros y los peces nos dan la Piedra; cada hombre la posee y se encuentra en todos los sitios, en vosotros, en mí, en todas las cosas, en el tiempo y en el espacio. Se ofrece a sí misma en forma despreciable (vili figura). Y de ella brota nuestra aqua permanens» 2é. Según un texto de 1526 publicado en el Gloria Mundi, la Piedra «es familiar a todos los hombres, jóvenes y viejos, se encuentra en el campo, en la aldea, en la ciudad y en todas las cosas creadas por Dios y, sin embargo, es despreciada por todos. Ricos y pobres la manejan todos los días. Las criadas la arrojan a la calle. Los niños juegan con ella27. Y, sin embargo, nadie la aprecia, aun cuando sea, después del alma humana, la cosa más maravillosa y más preciosa de la Tierra y tenga el poder de hacer caer a Reyes y Príncipes. Sin embargo, es considerada como la más vil y despreciable de las cosas terrestres...»28. Dejando aparte el rico simbolismo de esta Piedra, a la que nadie quiere reconocer como piedra angular, añadamos que la ubicuidad y universalidad del Lapis Philosophorum son tema fundamental de la literatura alquímica. Un pequeño volumen aparecido en Londres en 1652 con el título de The Ñames of the Philosophers Stone consigna más de 170 nombres, entre los cuales figuran los de «Leche de la Virgen», «Sombra del Sol», «Agua seca», «Saliva de la Luna», etc. Pernety, en su Diccionario mito-hermético (París, 1787), da una lista alfabética incompleta de cerca de 600 nombres. Un fragmento atribuido a Zosimo habla ya de «esa Piedra que no es piedra, cosa preciosa que no tiene valor, objeto de formas innúmeras que carece de forma, desconocido que es por todos conocido»29. Pero, como escribe Hortulanus, citado por el Rosarium Philosophorum, «sólo el que sabe hacer la Piedra filosofal comprende las palabras que a ella se refieren» M. Y el Rosarium nos advierte aún que «esas cuestiones deben ser transmitidas místicamente» (talis materia debet tradi mystice), lo mismo que la poesía, que emplea fábulas y parábolas» 31. Si hemos de creer a algunos autores, incluso existía «un juramento que prohibía divulgar el secreto en los libros».
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .