Dice a este propósito: “He visto a la médium, señorita Fox, dar una comunicación escrita

y simultáneamente otra por golpes alfabéticos, mientras conversaba con un tercero sobre asuntos del todo distintos de los anteriores... En otra sesión en que médium era Home, estando la sala a toda luz, atravesó por el aire una regla de escritorio que se vino hacia mi derecha para darme una comunicación. Iba yo pronunciando una tras otra las letras del alfabeto y al llegar a la necesaria para componer la palabra, me golpeaba la regla en la mano sin que el médium pudiera moverla, pues se hallaba a bastante distancia. Entonces pregunté si la misma regla podría golpearme la mano para dar la comunicación según el alfabeto Morse, y en efecto, así lo hizo, con la particularidad de que nadie había allí que conociese el alfabeto Morse y aun yo no lo dominaba por completo. Esto me convenció de que forzosamente daba la comunicación un experto manipulador del aparato Morse, quienquiera que fuese... Poco después, en mi propio aposento y a plena luz, manifesté el deseo de que la misma regla diese otra comunicación. Había sobre la mesa un lápiz, una regla de madera y varias hojas de papel. De pronto, se mueve el lápiz a saltos inseguros hacia el papel y cae sobre éste. Nuevamente vuelve a levantarse y a caer por tres veces, hasta que la regla de madera se levantó unos cuantos centímetros sobre lamesa y se movió hacia el lápiz, que entonces se levantó de nuevo y advertí que regla y lápiz en recíproco apoyo se esforzaban en escribir sobre el papel sin conseguirlo; pero tras dos infructuosas tentativas, observé que la regla regresaba a su sitio y el lápiz caía sobre la mesa. Acto continuo recibí una comunicación alfabética que decía: “Hemos intentado hacer lo que pedíais, pero se nos han agotado las fuerzas”. El plural hemos se refería evidentemente a los aliados esfuerzos inteligentes del lápiz y la regla, de lo que se infiere la intervención de dos fuerzas psíquicas”. En este caso, nada denota que el agente director fuese la inteligencia del médium, antes al contrario, hay indicios de que espíritus de difuntos, o entidades inteligentes e invisibles, movían la regla y el lápiz. Ciertamente que tan impropio es llamar magnetismo como fuerza psíquica a la causa de este fenómeno, pero es más aplicable la primera denominación, porque los fenómenos del magnetismo o hipnotismo trascendental son de la misma índole que los espírtas. El círculo encantado del barón Du Potet y de Regazzoni está tan en pugna con la fisiología, como la levitación de objetos sin contacto pueda estarlo con la mecánica. En el círculo encantado, los experimentadores, entre los cuales había algunos académicos, no pudieron atravesar la curva trazada con yeso en el pavimento por el barón Du Potet; y un general ruso, famoso por su escepticismo, que quiso atravesarla, cayó presa de violentas convulsiones. Este fenómeno es análogo al de la mesa de poco peso que no pueden levantar varios hombres fornidos, y antes la rompen con sus esfuerzos. En ambos casos, el fluido magnético o fuerza psíquica de Cox opone resistencia a la incursión en el círculo limitado por la circunferencia de yeso, y comunica extraordinaria pesantez a la endeble mesa. Por lo tanto, de la analogía de efectos se infiere lógicamente la analogía de causas, sin que en buen juicio valga objeción alguna contra ello, pues aunque se negaran los hechos, subsistiría la verdad del principio. Tiempo hubo en que todas las corporaciones académicas de la cristiandad negaban la existencia de las montañas lunares, y de loco tacharan los académicos a quien se hubiese atrevido a decir que la vida alienta con mayor profusión en las profundidades oceánicas que en las alturas atmosféricas. El piadoso abate Almignana solía decir en presencia de las mesas semovientes: “si el diablo afirma, de seguro miente”. Tal vez podamos parafrasear el aforismo diciendo: “si los científicos niegan, verdad segura”.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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