Pero si el hombre no tiene necesidad de buscar más lejos que en sí mismo
para encontrar la ciudad santa con sus habitantes, con mucha más razón podrá encontrar en sí mismo ese segundo, ese ciudadano con el que puede unirse en el nombre del Señor, para pedirle todo lo que puede necesitar su espíritu. Muchas veces, hasta esta simple reunión les dará ayudas inesperadas, con las que todos quedarán sorprendidos. Así, cuando se agite su barca con un fuerte vendaval, el reparador caminará junto a ellos por el mar y dirá cuando estén aterrorizados: soy yo, no tengáis miedo, y, cuando lo recojan en su barca, ésta se encontrará inmediatamente en el lugar a donde querían ir.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .