Algunos años antes, en 1856, el por entonces famoso doctor Jobard de París expuso acerca

del éter el mismo concepto sustentado después por los autores de El Universo invisible. Con asombro del mundo científico, dijo el doctor Jobard a este propósito: “Acabo de hacer un descubrimiento que me asusta. Hay dos modalidades de electricidad: una ciega y ruda, dimanante del contacto de los metales con los ácidos (purga grosera), y otra racional y clarividente. La electricidad se ha bifurcado en manos de Galvani, Nobili y Matteuci. La corriente ruda tomó la dirección señalada por Jacobi, Bonelli y Moncal, mientras que la corriente lúcida quedó en manos de Bois-Robert, Thilorier y Duplanty. La esfera eléctrica o electricidad globular entraña un pensamiento que desobedece a Newton y a Mariotte para moverse a su antojo... En los anales de la Academia hay mil pruebas de la inteligencia del rayo eléctrico... Pero noto que voy siendo en demasía indiscreto. A poco más doy la clave que ha de llevarnos al descubrimiento del espíritu universal” (37). Todas las citas iluminan con nueva luz la sabiduría de los antiguos. Ya vimos que los Oráculos caldeos (38) exponen en parecido lenguaje el mismo concepto del éter que los autores de El Universo invisible, pues dicen que “del éter proceden todas las cosas y a él han de volver y que en él están indeleblemente grabadas las imágenes de todas las cosas, porque es almacén de ideas y troj de los gérmenes y de los residuos de las formas visibles”. Esto corrobora nuestra afirmación de que todo descubrimiento moderno tuvo su parigual hace miles de años entre nuestros cándidos antepasados. Vista, en el punto en que estamos, la actitud de los escépticos respecto de los fenómenos psíquicos, cabe asegurar que aunque la clave referida por Jobard estuviera en el borde del “abismo”, no habría ningún Tyndall capaz de agacharse a recogerla. ¡Cuán limitadas han de parecerles a algunos cabalistas estas tentativas para escrutar el hondo misterio del éter universal! Porque por muy superiores que respecto a las de la ciencia contemporánea sean las ideas de los autores de El Universo invisible, resultan por demás familiares para los maestros de la filosofía hermética, quienes no sólo consideraban el éter como el puente tendido entre el universo vivisble y el invisible, sino que osadamente recorrían todos sus tramos hasta llegar a las misteriosas puertas que los científicos no quieren o tal vez no pueden abrir.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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