Un niño llega al mundo sin ninguna ambición, sin deseo de poder, sin la idea
de que es mejor, más santo, superior. Naturalmente, él no puede ser responsable de nada. Quienes lo echan a perder son quienes lo educan: los padres, la sociedad, el sistema educativo, los políticos, los sacerdotes... toda esa tropa. Y cuando le llegue el turno, también él echará a perder a otros... Es un círculo vicioso, pero ¿dónde romperlo? Culpo a sacerdotes y políticos porque es ahí donde puede romperse el círculo vicioso. Culpar a los niños recién llegados al mundo no serviría de nada, como tampoco serviría de nada culpar a las masas, porque ya están programadas y explotadas. Sufren, son desdichadas, pero no hay nada que las despierte; están profundamente dormidas. Nuestras críticas deberían centrarse en quienes ostentan el poder, porque únicamente ellos pueden contaminar a las generaciones futuras. Si pudiéramos impedir que actuaran así, surgiría un nuevo ser humano. Yo sé que todo el mundo es responsable, que pase lo que pase, de una forma u otra, todo el mundo tiene algo que ver en el asunto, pero lo importante para mí es a quién atacar, para evitar ese círculo vicioso en la nueva generación. La humanidad lleva siglos dándole vueltas a lo mismo, y por eso no culpo a las masas, ni a ti en concreto. Sí culpo a quienes ahora ocupan cierta posición y si pudieran relajarse un poco, olvidarse un poco de sus intereses y fijarse en esa humanidad sufriente... podría producirse una transformación y romperse el círculo vicioso. Por eso me cebo en los políticos y los sacerdotes. Sé que todo el mundo es responsable, pero no todo el mundo tiene el poder suficiente para romper el círculo vicioso. Por eso ataco constantemente a sacerdotes y políticos. Y resulta que ahora me tienen miedo; a lo mejor nunca le habían tenido miedo a nadie. No me quieren en ningún país del mundo. Los sacerdotes están detrás de los políticos que dictan las leyes y las normas, y quieren prohibir mi entrada en sus países. Nuestra comuna de Estados Unidos fue destruida por los políticos, pero tras los políticos estaban los cristianos fundamentalistas, el grupo más ortodoxo de sacerdotes cristianos. Ronald Reagan, por ejemplo, es cristiano fundamentalista. Y ser cristiano fundamentalista significa ser ortodoxo hasta la médula. Reagan está convencido de que todas y cada una de las palabras de la Biblia son sagradas, pronunciadas por el mismísimo Dios. Y tanto los políticos como los sacerdotes son muy vulnerables: no tienen dónde apoyarse. Un buen golpe, y adiós. Y entonces la sociedad empezará a saber en qué consiste la libertad.
Osho . El libro del ego .