La plegaria, que es una súplica, una petición, jamás puede encontrar esa realidad que no
es el resultado de un requerimiento. Nosotros requerimos, suplicamos, oramos, sólo cuando estamos confusos cuando sufrimos; al no comprender esa confusión, ese dolor, nos dirigimos hacia alguien más. La respuesta a la plegaria es nuestra propia proyección; de uno u otro modo es siempre satisfactoria, gratificadora; de lo contrario, la rechazaríamos. Así, cuando uno ha aprendido a aquietar la mente por medio de la repetición, continúa con ese hábito, pero la respuesta a la súplica debe, obviamente, ser moldeada conforme al deseo de la persona que suplica. Ahora bien, la plegaria, la súplica, la petición, jamás puede revelar aquello que no es proyección de la mente. Para dar con lo que no es fabricación de la mente, la mente debe estar quieta, no aquietada por la repetición de palabras la cual es autohipnosis-, ni por otros medios de inducir la quietud mental. La quietud inducida, forzada, no es quietud en absoluto. Es como poner a un niño en el rincón; superficialmente, puede estar quieto, pero internamente está Sirviendo. De igual modo, una mente aquietada por la disciplina, no está verdaderamente quieta, y la quietud inducida jamás puede revelar ese estado creativo en el que se manifiesta la realidad.
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .