Veamos ahora cuán fácilmente remedaron este mito los compiladores del Nuevo Testamento. Phanes, el dios

manifiesto, está representado en el símbolo de la serpiente en forma de protogonos, es decir, con cuatro cabezas respectivas de hombre, águila, toro y león, y alas en ambos costados. Las cabezas aluden al zodíaco y simbolizan las cuatro estaciones, pues la serpiente mundanal es el año terrestre, mientras que la serpiente por sí misma simboliza a Kneph, el Dios inmanifestado, el Padre. La serpiente es alada como el tiempo, y todo este simbolismo nos explica la razón de que las iglesias latina y griega acostumbren a representar a los cuatro evangelistas con los respectivos animales simbólicos cuyas cabezas lleva el protogonos, así como también se ven dichos animales agrupados junto al sello de Salomón, en el pentágono de Ezequiel y en los querubines del Arca de la Alianza. También se explica la insistencia de Irenero, obispo de Lyon, en que necsariamente había de haber un cuarto evangelio, pues cuatro eran las zonas del mundo y cuatro los puntos cardinales (44). Dice un mito egipcio que la fantástica configuración de la isla de Chemmis (45), que flota en las etéreas ondas del empíreo, fue puesta en existencia por obra de Horus-Apolo, el dios-sol que la sacó del huevo del mundo.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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