Si tan indelebles impresiones puede recibir la materia inorgánica y nada se aniquila en el
universo, no cabe rechazar la hipótesis de que “el pensamiento actúe en la materia de otro universo al par que en la del nuestro y prever de esta suerte lo futuro” (29). A nuestro entender, si la psicometría es valiosa prueba de la indestructibilidad de la materia, que retiene eternamente las impresiones recibidas, también es la clarividencia psicométrica no menos valiosa prueba de la inmortalidad del espíritu humano. Puesto que la facultad psicométrica es capaz de describir sucesos ocurridos hace centenares de miles de años, ¿por qué no aplicar la misma facultad al conocimiento de un porvenir sumido en la eternidad, que no tiene pasado ni futuro, sino tan sólo el presente sin límites? No obstante haber confesado los científicos su ignorancia en muchas cuestiones, todavía niegan la misteriosa fuerza espiritual que escapa a las leyes físicas y pretenden aplicar a los seres vivos las mismas que rigen la materia muerta. Han descubierto las energías de la luz, calor, electricidad y movimiento (30), cuyas vibraciones contaron en las vibraciones del espectro solar y engreídos con tan próspera fortuna, se niegan a seguir adelante. Algunos reflexionaron sobre la índole de este proteico agente que no podían pesar ni medir con sus aparatos, y dijeron que era “un medio hipotético sumamente elástico y sutil que se supone ocupa los espacios intersiderales e interatómicos y sirve de medio transmisor del calor y de la luz”.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .