¿Pueden el pensador y el pensamiento, el observador y lo observado, ser una sola cosa?
Usted nunca lo descubrirá si se limita a echar una ojeada sobre este problema y me pide que le explique superficialmente qué entiendo por esto o por aquello. Ciertamente, éste es nuestro problema, no es tan sólo mi problema; usted no está aquí para averiguar cómo considero yo este problema o los problemas del mundo. Esta constante batalla interna, tan destructiva, tan deteriorante, es su problema, ¿verdad? Y también es su problema el modo de originar un cambio radical en sí mismo, y no satisfacerse con revoluciones superficiales en la política, en la economía, en las distintas burocracias. Usted no está tratando de entenderme a mí o de entender la manera como yo considero la vida. Intenta comprenderse a sí mismo, y éstos son sus problemas, los problemas que usted debe aprontar. Al considerarlos usted y yo juntos, tal como lo estamos haciendo en estas conversaciones, podremos quizás ayudarnos el uno al otro a verlos más claramente, con mayor nitidez. Pero verlos claramente tan sólo en el nivel verbal no basta: eso no origina un cambio psicológico creativo. Debemos ir más allá de las palabras, más allá de los símbolos y sus sensaciones... Tenemos que desechar todas estas cosas y llegar al problema central: cómo disolver el «yo», que está atado al tiempo, en el que no hay amor ni compasión. Es posible ir más allá sólo cuando la mente no se separa a sí misma como pensador y pensamiento, cuando el pensador y el pensamiento son una sola cosa; sólo entonces hay silencio, el silencio en el que no hay formulación de imágenes o expectativa de más experiencias. En ese silencio no hay un experimentador que esté experimentando; sólo entonces existe una revolución psicológica creativa.
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .