Incluso en el mismo orden de la simple moral ordinaria, si muriésemos un poco cada
día, evitaríamos morir de una vez, como sucede a casi todos los hombres que, por esta razón, encuentran la muerte tan dura, y la muerte física final de nuestro cuerpo, no nos parecería mas deplorable que la muerte momen- tánea por la que vamos pasando en cada instante Por el contrario, viviríamos también un poco cada día, dependiendo de las porciones de muerte que hubié- semos destruido Si no se tiene esta precaución y a fuerza de hundirse en la vida falsa, el hombre vulgar pierde diariamente las facultades que se le habían concedido por la naturaleza y por la verdad, para que se mantuviese durante su viaje terrestre Ademas los hombres arrojados al torrente están siempre por debajo de la medida Su corazón ya no tiene ninguna inclinación por la virtud, su oído no tiene sensibilidad para la verdadera música No hay nada, incluso sus facultades animales y digestivas que no quede anulado por su falta de comedimiento.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .