Si dejásemos el camino de nuestro interior abierto a esta sabiduría y a estas luces,
fluirían indefectiblemente dentro de nosotros, lo mismo que el río fluye por su cauce que está siempre abierto, y nosotros no deberíamos tener más temor que el que debe tener el río a que la fuente pueda llegar a secarse alguna vez. Nuestro crecimiento espiritual exterior se realizará lo mismo que el crecimiento corporal de las plantas que transforman constantemente en corteza, ramas, hojas, flores y frutos los jugos que les proporciona el principio de su vida vegetal, sin que tengan necesidad de ocuparse por el modo en que esta savia radical y creativa puede hacer que les lleguen nuevos jugos, para que se produzcan los nuevos resultados que están siempre dispuestas a realizar, y nosotros no tendríamos más inquietud por el modo de fluir la fuente divina en nuestro interior, que la que tienen ellas por el flujo de la fuente viva de la naturaleza, en sus diversos canales que están dispuestos para cumplir los planes de esta naturaleza, ya que nosotros estaríamos seguros de que la fuente divina tiene planes mil veces más amplios y duraderos y una abundancia incomparablemente más inagotable.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .