En primer lugar, ¿puede el cerebro estar libre del centro que es el “yo”? ¿Comprende

mi pregunta? ¿Puede el cerebro estar libre del “sí mismo”, del yo? Aunque ese yo sea un súper o un ultra súper yo, sigue siendo el yo. Para expresarlo muy sencillamente: ¿Puede haber una total disolución del egoísmo? El centro yo es muy astuto, puede pensar que ha escapado de todo egoísmo, de todo interés en su propia entidad, en su propio devenir y, sin embargo, de manera muy sutil y profunda, está extendiendo uno de sus tentáculos. De modo que uno ha de descubrir por sí mismo si puede haber una completa y total libertad con respecto a todo egoísmo, a toda actividad centrada en el yo. Eso es la meditación: descubrir un modo de vivir en este mundo sin ser egoísta, sin estar centrado en uno mismo, sin ninguna actividad egocéntrica, sin movimiento egocéntrico alguno. Si hay un vestigio, un solo movimiento de eso, entonces estamos perdidos. Por lo tanto, tenemos que estar tremendamente alertas a cada movimiento del pensar. Eso es muy fácil, no lo complique. En el momento en que está usted iracundo, ni siquiera sabe lo que es ese sentimiento. Pero cuando lo examina, puede ver cómo surge, cómo surgen la codicia, la envidia, la ambición, la agresión. Observe eso mientras está surgiendo, no cuando ya ha desaparecido, ¿entiende? Mientras surge y usted lo observa, eso se marchita. Así el cerebro puede estar alerta a la aparición del pensamiento, y ese estado de alerta es la atención. No reprima el sentimiento, no lo destruya, no lo mate, sólo esté alerta a él. ¿Acaso no conoce la sensación del hambre cuando aparece en usted, o la sensación sexual? Obviamente, sí. Mientras surge, esté completamente alerta a ello y, con esa percepción alerta, con esa atención al movimiento del “yo”, su deseo, su ambición, su búsqueda egoísta se marchitan y desaparecen. Esa atención es absolutamente necesaria, de modo que no quede ni una partícula, ni un vestigio de este “yo”, porque el “yo” implica separación. Ya hemos examinado todo eso. Por lo tanto, eso es lo primero que tenemos que comprender, no el control del cuerpo, las formas especiales de respiración, el yoga... ¡Lávese las manos de todo eso! Entonces tiene usted un cerebro que no actúa parcialmente sino en su totalidad. El otro día señalamos que nosotros no funcionamos con todos nuestros sentidos, sino sólo con una parte. La parcialidad, la limitación, acentúan el yo, desde luego. No voy a examinar eso en detalle, usted puede verlo por sí mismo. Cuando observa con todos sus sentidos la montaña, los árboles, el río, el cielo azul, cuando mira así a la persona que ama, en eso no hay “yo”. No hay un “yo” que esté sintiendo todo esto, y ello implica un cerebro que no está funcionando como dentista o erudito o jornalero o astrónomo, sino un cerebro que funciona como una totalidad. Eso puede ocurrir sólo cuando el cerebro está completamente quieto, sin vestigio alguno del “yo”, cuando hay un silencio absoluto de la mente, no un vacío, esta palabra puede comunicar un significado erróneo. (De cualquier modo, los cerebros de casi toda la gente están vacíos). Pero un cerebro que no está ocupado con nada, incluyendo a Dios, es un cerebro silencioso, lleno de vitalidad, y un cerebro así contiene un gran sentido de amor, de compasión, que es inteligencia.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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