Por tanto, se deben consagrar al holocausto y a la muerte de tu espíritu todos
tus esfuerzos y se deben dedicar en todo momento todas tus inteligencias y todas tus fuerzas a la realización de esta gran obra, ya que, si no mueres a la muerte en tu espíritu antes de la muerte de tu cuerpo, debes temer que, después de la muerte de tu cuerpo, tu espíritu ya no pueda vivir más que de la muerte, en vez de vivir de la vida. Es preciso, por consiguiente, que, después de haber sido el juguete del pueblo ignorante que hay en ti, después de haber sido llevado al suplicio en medio de dos ladrones y de la iniquidad a la que te has acercado otras veces y, finalmente, después de haber sido clavado en la cruz y haber tomado el vinagre que se te ofrece, digas, como el reparador: Todo está consumado y, bajando la cabeza, entregues el espíritu, igual que él.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .