Bastará con recordar que la apertura de una mina o la construcción de un horno
son operaciones rituales, en las que frecuentemente se manifiesta un asombroso arcaísmo. Los ritos mineros se mantuvieron en Europa hasta fines de la Edad Media. Así, la apertura de una nueva mina implicaba ceremonias religiosas (Sébillot, op, cit., p. 421). Pero es en otras partes donde habremos de buscar para poder juzgar la antigüedad y complejidad de estas tradiciones. Porque la articulación de los ritos, su fin, la ideología que implican, difieren de un nivel cultural a otro. En primer término, advertimos la voluntad de apaciguar a los espíritus protectores o habitantes de la mina. «El minero malayo —escribe A. Hale— tiene ideas particulares sobre el estaño y sus propiedades: ante todo, cree que el estaño se encuentra bajo la protección y a las órdenes de ciertos espíritus a los que estima conveniente apaciguar; cree igualmente que el estaño está vivo y posee muchas propiedades de la materia viva, como, por ejemplo, la de trasladarse de un sitio a otro; puede reproducirse, y sostiene antipatías o, por el contrario, afinidades especiales con ciertas personas y ciertas cosas. Por consiguiente, se recomienda tratar el mineral de estaño con cierto respeto; tener en cuenta su comodidad, y, lo que es quizá más curioso todavía, dirigir los trabajos de la explotación de la mina de modo tal que el estaño pueda ser obtenido como sin que lo advierta.».
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .