Si sólo posees las estructuras del primer nivel, el mundo parece indiferenciado, se trata de

un mundo de participation mystique, fusión global y no dual. Denomino arcaica a esta visión del mundo, simplemente por su índole primitiva. Cuando aparece el nivel dos y se desarrollan las imágenes y los primeros símbolos, el self comienza a diferenciarse del mundo, pero sigue estando muy estrechamente ligado a él: se trata de un estado de cuasifusión en el que el sujeto cree que puede influir mágicamente sobre el mundo a través de sus pensamientos y de sus deseos. El vudú constituye un buen ejemplo de este estadio. Desde esta perspectiva, si hago una imagen de ti y luego le clavo un alfiler, creo que realmente te hará daño, conclusión que se deriva de la indiferenciación clara entre una imagen y su objeto. Esta visión del mundo es la visión mágica. La emergencia del nivel tres supone la diferenciación plena entre el self y los demás. De este modo, las creencias mágicas desaparecen y son sustituidas por creencias míticas. En este estadio ya no puedo seguir gobernando -como ocurría en la visión mágica- el mundo que me rodea. Pero si logro complacerle, Dios sí que puede hacerlo. En tal caso, si quiero que mis deseos personales se cumplan, llevaré a cabo ciertas plegarias u oraciones a Dios y entonces El intercederá en mi nombre y suspenderá las leyes de la naturaleza a través de sus milagros. Esa es la visión mítica del mundo. Con la aparición del nivel cuatro, el nivel de las operaciones concretas o rituales, me doy cuenta de que mis oraciones no siempre reciben respuesta. Ahora intentaré manipular la naturaleza para complacer a los dioses, que entonces intervendrán míticamente en mi provecho. Entonces añado complicados rituales a las oraciones, para propiciar la intervención de Dios. El ritual más importante de esta fase del desarrollo histórico de la humanidad ha sido el sacrificio humano que, como señaló Campbell, se halla presente en esta fase del desarrollo de todas las grandes civilizaciones del mundo. Por más espantoso que pueda parecernos, esta conducta requiere de un tipo de pensamiento más complejo y sofisticado que el simple mito. Es por ello que denomino a este nivel, mítico-racional. La emergencia del pensamiento operacional formal -nivel quinto- supone la puesta en cuestión de la creencia en un Dios personal que complace mis caprichos egoístas, ya que no hay ninguna evidencia segura de ello. En tal caso, si quiero algo de la naturaleza -comida, por ejemplo- prescindo de oraciones, rituales y sacrificios humanos, y me dirijo directamente a la misma naturaleza. El razonamiento hipotético-deductivo -es decir, la ciencia- me permite buscar directamente lo que necesito. Esto es un gran adelanto, pero también tiene su lado negativo. El mundo empieza entonces a parecer una colección de fragmentos y de piezas carentes de sentido, de valor y de significado. Esta es la visión racional del mundo, una visión frecuentemente denominada materialismo científico. Cuando aparece la visión lógica -nivel seis- comienzo a vislumbrar que en el cielo y en la tierra hay más cosas de las que soñó mi filosofía racionalista. Al integrar el cuerpo, el mundo vuelve a reencantarse, por utilizar la frase de Berman. Esta es la visión humanista-existencial del mundo. Con el surgimiento del nivel siete -el nivel psíquico- descubro que en el cielo y en la tierra realmente hay más cosas de las que había imaginado previamente. Empiezo entonces a sentir que, por debajo de las apariencias, hay una única Divinidad, y comulgo con Ella. Pero no se trata, en este caso, de una creencia mística, sino de una experiencia interna. Esta es la visión psíquica del mundo. En el próximo nivel -el nivel sutil- conozco directamente a esa Divinidad y me fundo con Ella, pero el alma y Dios siguen siendo dos entidades ontológicas distintas. Esta es la visión sutil del mundo que afirma la existencia de un alma y de un Dios transpersonal, pero que ambos están sutilmente divorciados. Al alcanzar el nivel causal, sin embargo, esa separación se desvanece y se constata la identidad suprema. Esta es la visión causal del mundo, la visión del mundo de tat tvam asi, tú eres el Origen; Espíritu puro no dual, que, al ser idéntico a todo, no es nada especial.

Ken Wilber . Psicoterapia y Espiritualidad .

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