Pero, digámoslo una vez más, es en estas profundidades del alma humana en las que
el arquitecto debe poner los cimientos de la iglesia y es preciso que lo haga con la carne, la sangre y la vida de nuestro verbo y de todo nuestro ser. Ese es el trabajo más duro de la regeneración, el que se realiza en esta sustancia íntima de nosotros mismos. En medio de los suplicios que puede sufrir nuestro cuerpo, podemos sufrir otro aún mayor en nuestra alma.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .