Cuando tu alma en capullo presta oído al bullicio mundanal; cuando responde a la rugiente

voz de la Gran Ilusión; cuando temerosa a la vista de las ardientes lágrimas de dolor, y ensordecida por los gritos de desolación, se refugia tu alma, a manera de cautelosa tortuga, dentro de la concha de la PERSONALIDAD, sabe, discípulo, que tu alma es altar indigno de su «Dios» silencioso.

H.P. Blavatsky . La voz del silencio .

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