El hombre nuevo no sube estos niveles nada más que con un temblor continuo, porque

sabe que el fuego del espíritu puede inflamar hasta nuestras malas substancias y que, por consiguiente, no hay nada comparable con las precauciones que debemos tener para no hacer que entre Dios en nosotros, sin haber sacado de nosotros todas esas substancias falsas capaces de inflamarse para nuestra destrucción, en vez de inflamarse para nuestro verdadero perfeccionamiento. Además, si no se produce un incendio funesto, por lo menos puede ponernos en un peligro terrible: el de no captar la acción que realiza en nosotros el espíritu en toda su abundancia y su plenitud. Si quieres ser perfecto, decía el reparador a un joven en el evangelio, ve, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo y después ven y sígueme.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice