La mayor parte de las gentes están satisfechas y contentas con sus vulgares vidas, y
por lo tanto se forjan el angosto mundo de la mediocridad. Y si vosotros queréis ser diferentes, habéis de hallaros a vosotros mismos, habéis de dar nacimiento a vuestro verdadero ser, seguir vuestro propio sendero y mantener vuestro propio ideal, el ideal, la meta de Felicidad, de Verdad. Como pescador que de estanque en estanque, de río en río, de océano en océano va pescando en busca de experiencia sin satisfacerse con un pez pequeño ni con un pez enorme, así debéis desear reunir y poseer los varios tipos, colores, y expresiones de la divinidad en todos lo océanos de la vida. Debéis oír por vosotros mismos aquel llamamiento, aquella Voz que sólo resuena por medio de la experiencia, por medio de los pensamientos y las emociones. No necesitáis imágenes ni ceremonias ni nada en la vida, si tenéis este venturoso y divino anhelo. La divinidad mora en la luz rielante sobre las alas del ave que cruza el azul del cielo, en el árbol solitario, en las apacibles praderas, en los contiguos riachuelos y en las flores. Son la Verdad de la vida, las reales expresiones de la espiritualidad. Porque cuando reconozcáis la Verdad en estas humildes cosas de la vida diaria y os abisméis en su belleza, habréis entonces adquirido la eterna Verdad y viviréis en el Reino de la Felicidad. Una vez lo poseáis, podréis darlo a los demás. Quién no lo posee, y sin embargo trata de convencer a otros, es hipócrita; pero quien lo posee, aunque sea en mínimo grado, hablará con certidumbre, con conocimiento y autoridad. Vosotros hablaréis con autoridad porque sabéis lo que significa sentir de acuerdo con el universo y con la humanidad, con todo el que sufre, con todo el que es feliz. Vosotros crearéis y haréis crear a otros vuestras propias ideas, vuestros propios conceptos de la vida. Esto dará diferente tono a vuestra existencia, un diferente gozo, un diferente estremecimiento; y entonces ninguna forma ni expresión extrema tendrá valor alguno, porque estaréis en la Eterna Fuente de todas las cosas. Pero sólo podréis estar allí si tenéis este caos, este descontento, este perpetuo anhelo. Una sola visión de lo Eterno no satisface; cada visión descubre otra nueva y así vida tras vida. La evolución no empieza repentinamente en determinado momento ni se detiene en un momento dado ni después de una vida, sino que es interminable camino, y quien goza caminando no se ha de detener a adorar en pequeños santuarios, menudos convencionalismos, fórmulas externas y altares de supuesta grandeza, pues de lo contrario la evolución resulta un prolongado sufrimiento. Si veis en lontananza el templo de vuestra propia creación, la imagen de vuestra propia creación, la imagen de vuestra propia hechura, forjada a costa de sufrimiento, de la dicha y de la belleza de la vida, caminaréis perpetuamente por el Reino de la Felicidad. Habéis de ser una cosa u otra. O bien habéis de ser un genio, un creador, un destructor, o bien un hierbajo en mitad de la corriente, zarandeado de uno a otro margen. Debéis ser la principal corriente de la vida, la principal fuerza de la vida, porque en Él vivís y en Él tenéis vuestro ser. La Belleza es la Verdad y la Verdad es por Quien suspiréis, a quien adoráis, cuya imagen formáis en vuestro corazón, y que llega a ser parte de vosotros porque a El os inclinasteis y le hallasteis. Este concepto estimula la inspiración de existir, de alentar, de pensar y de sentir.
Jiddu Krishnamurti . El Reino de la Felicidad .