El silencio verdadero tiene que ser un silencio que llegue por sí mismo. Mi sugerencia
es: no fuerces a tu cuerpo. En vez de eso, baila, canta, muévete, corre, nada. Deja que el cuerpo haga todo tipo de movimientos para que también la mente haga todo tipo de movimientos, y a través de todos esos movimientos internos, la mente empiece a descargar, a soltar sus venenos. Grita, enfádate, golpea una almohada y te sorprenderás: después de golpear una almohada te sientes muy bien; algo se ha soltado en la mente. Da igual que estuvieras pegando a tu mujer, a tu marido o la almohada. La almohada servirá tan perfectamente bien como pegarle a la mujer o al marido, porque el cuerpo no sabe a quién le estás pegando. Simplemente con la postura misma de pegar, la mente empieza a soltar su ira. La mente y el cuerpo colaboran. Empieza con la catarsis, para poder vaciarte de toda la basura que se ha estado acumulando en ti desde tu misma infancia. Estabas enfadado, pero no podías estar enfadado, porque tu madre se ponía furiosa si te enfadabas, de modo que lo reprimiste. Estabas enfadado, querías gritar; pero no podías gritar, así que, por el contrario, sonreíste... Todo eso está acumulado en ti. Tiene que ser echado fuera, y luego esperar..., y empieza a descender sobre ti un silencio. Ese silencio tiene una belleza propia. Es totalmente diferente: su cualidad es diferente, su profundidad es diferente. «Cuando llega el silencio, no surge ni un pensamiento.» No es que fuerces que no surja tu pensamiento, no es que estés vigilando, no es que te pongas muy tenso y no permitas que pase un solo pensamiento. No estás luchando, estás dejándote ser, pero no surge nada; eso es hermoso, cuando no surge ningún pensamiento, cuando los pensamientos desaparecen por sí mismos. Entonces estás absolutamente silencioso. Y este silencio es positivo; el silencio impuesto es negativo.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .