Moisés, el Señor nos ordenó que escuchásemos a los que estaban en tu cátedra y

que pusiésemos en práctica lo que recomendaban sobre la ley. Santo reparador, Tú nos ordenaste que escuchásemos a los apóstoles que enviaste al mundo para anunciar tu palabra, ya que Tú no pedías nada más que por ellos y por los que creyesen en su predicación. ¿Cómo no íbamos a creer a los apósto- les que viven en el templo del hombre, si hemos tenido que creer a los profetas que ya han profetizado en él? ¿Cómo, digo yo, no íbamos a creer a los apósto- les que viven en el templo del hombre, en ese templo que es más antiguo que los templos temporales de las dos alianzas, en ese templo en el que el que predica la palabra no sólo está sentado en la cátedra de Moisés y en la cátedra de la segunda ley, sino también en la cátedra de la ley primaria, de esa ley que es lo suficientemente antigua para sentarse ella misma en la cátedra de la unidad?.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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