Como sabéis, la mayoría de nosotros sabemos lo que es sentirse ansioso, sentirse culpable: ponerse

ropas nuevas, cuando hay millones en Oriente que no tienen ropa alguna; tomar una buena comida cuando millones están hambrientos. Quizá, viviendo en un país próspero donde estáis seguros desde antes de nacer hasta la tumba, no sabéis lo que es ese sentimiento. Existe no sólo la culpa colectiva de la raza, sino también la culpa de la familia, el nombre, el gran nombre y el pequeño nombre, la culpa de los personajes muy importantes y la de los nadie, y la culpa del individuo, las cosas malas que hemos hecho, las que hemos dicho y pensado, la desesperación por todo ello. Estoy seguro que todos conocéis esto. Y partiendo de esta desesperación, hacemos las cosas más extraordinarias. Corremos por acá y por allá, ingresamos en esto o lo otro, nos hacemos esto y dejamos aquello, esperando todo el tiempo eliminar la íntima desesperación. Y la desesperación también tiene sus raíces en el miedo, y engendra muchas filosofías; y de esa manera pasamos a través de muchas muertes. No hablo en forma dramática ni romántica. Éste es el estado común por el que pasan todos, ya sea en forma intensa o muy superficialmente. Cuando es superficial, acude uno a la radio, toma un libro, se va a un cine o a una iglesia, o a ver un desfile. Cuando es muy profundo, se llega a algún extremo y se vuelve uno neurótico, o se suma a alguno de los movimientos intelectuales nuevos y de moda.

Jiddu Krishnamurti . El Estado Creativo de la Mente .

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