Hay una idea muy extendida en los círculos científicos: el desperdicio que supone que muera

un hombre como Albert Einstein y su cerebro con él. Si se pudiera preservar el cerebro, implantarlo en el cuerpo de otra persona, seguiría funcionando. Da igual que Einstein esté vivo o no, porque el cerebro seguirá pensando en la teoría de la relatividad, en las estrellas y esas cosas. La idea consiste en que, al igual que algunas personas donan sangre y otras los ojos antes de morir, también deberían empezar a donar el cerebro para que se pudiera conservar. Si pensamos que tienen un cerebro especial, muy cualificado —y que sería una lástima dejar que se muriera—, podemos trasplantarlo. Cualquier idiota puede transformarse en Einstein y no se enterará, porque dentro del cráneo humano no hay sensibilidad, porque se puede cambiar cualquier cosa sin que esa persona se dé cuenta. Solamente con dejar a una persona inconsciente se puede cambiar cualquier cosa en su cerebro, incluso el cerebro entero, y se despertará con el nuevo cerebro, con una nueva cháchara dentro de sí, sin siquiera sospechar qué ha ocurrido. Esa cháchara es nuestra educación y tiene un error fundamental, porque solo nos enseña la mitad del proceso, es decir, cómo utilizar la mente. No nos enseña a detenerla y a relajarla, porque incluso cuando estás durmiendo sigue funcionando. No sabe lo que es dormir. Setenta años, ochenta años, y no para de funcionar. Si pudiéramos educar... Y eso es lo que me gustaría que comprendieseis, que es posible. Es lo que llamamos meditación.

Osho . El libro del ego .

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