Nos rodean virtudes diversas y numerosas que tratan de penetrar dentro de nosotros. Cada una
de ellas dirige su soplo saludable sobre uno de nuestros órganos, del mismo modo que, mediante la palabra, nosotros transmitimos a los que nos escuchan los diferentes movimientos que nos animan. Una de es- tas virtudes, que es superior a todas las demás, dirige su soplo divino sobre el mismo centro de nuestro ser y, por el órgano de la palabra, de la que es el principio, nos transmite su propia vida, su propio amor, su propia luz: Felipe, quien me ve ve a mi padre. (Juan, 14: 9) Ése es el lenguaje que el hombre nuevo puede utilizar con sus discípulos, a ejemplo del reparador, porque, lo mismo que él, pretende transmitir su propia vida a todas las facultades de su ser, por el soplo de su boca y por el órgano de su palabra.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .