Todo niño nace para crecer y convertirse en un ser humano hecho y derecho, con

amor, con compasión, con silencio. Tiene que convertirse en una auténtica fiesta por sí mismo. No se trata de competir, ni siquiera de comparar. Pero el primer condicionamiento, tan feo, te distrae porque la sociedad, los intereses creados, se aprovechan de la necesidad de crecer, la necesidad de convertirte en algo más, de desarrollarte. Desvían esa necesidad, te llenan la mente de modo que piensas que esa necesidad significa tener más dinero, que esa necesidad significa ocupar el primer lugar en todos los terrenos, en la educación, en la política, en todo. Estés donde estés, has de ocupar el primer lugar; si no llegas, pensarás que no has actuado bien, sentirás un grave complejo de inferioridad. Este condicionamiento produce complejo de inferioridad porque su objetivo consiste en que seas superior, superior a los demás. Te enseña a competir, a compararte con los demás. Te enseña la violencia, la lucha. Te enseña que no importan los medios, que lo que importa es el fin, que el éxito es el objetivo. Y eso se consigue fácilmente porque nacemos con el impulso de crecer, con el impulso de estar en otro sitio. Una semilla tiene que viajar hasta muy lejos para transformarse en unas flores. Es una peregrinación. Es un impulso maravilloso, que concede la naturaleza misma, pero hasta ahora la sociedad se ha servido de múltiples astucias para desviar y cambiar tus instintos naturales y transformarlos en utilidad social.

Osho . El libro del ego .

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