La luz (primera creación según el Génesis) es la Sephira de los cabalistas; la Mente

divina, la madre de los Sefirotes cuyo padre es la Sabiduría oculta. La luz es la primera emanación del Supremo y luz es vida según el Evangelista. Luz y vida son electricidad, el principio vital, el anima mundi que interpenetra el universo y vivifica todas las cosas. La luz es el mágico Proteo cuyas diversas ondulaciones, movidas por la divina voluntad del Arquitecto, originan las formas vivientes. De su turgente y eléctrico seno brotan la materia y el espíritu. Sus rayos entrañan la virtud de las acciones físicoquímicas y de los fenómenos cósmicos y espirituales. La luz organiza y desorganiza; da y quita la vida; y de su punto primordial surgen gradualmente a la existencia miríadas de visibles e invisibles mundos. Dice Platón (11) que en un rayo de esta trina madre primaria encendió Dios el fuego que llamamos sol y no es causa de luz y calor, sino únicamente el foco, o mejor dicho la lente que concentra y enfoca sobre nuestros sistema solar los rayos de la luz primordial de cuyas diversas vibraciones dimana la correlación de fuerzas. La obra de Proctor, que motiva estos comentarios, consta de doce tratados, de los cuales el último se titula: Ideas acerca de la Astrología. El autor estudia esta materia con mayor respeto del acostumbrado entre los científicos, en prueba de que puso en ella toda su atención. Dice a este propósito: “Si consideramos debidamente el asunto, hemos de convenir en que de cuantos errores sufrieron los hombres en su ansia de escrutar el porvenir, la astrología es el más digno de respeto y aun pudiéramos decir que el más razonable..., pues los cuerpos celestes regulan inequívocamente el destino de los individuos y de las naciones, ya que sin las benéficas y reguladoras influencias del sol, que es entre todos el principal, perecerían las criaturas vivientes sobre la tierra... También tiene influencia la luna, y no es extraño que los antiguos infiriesen por analogía que si estos dos astros influyen tan poderosamente en la tierra, también tengan su especial influencia los demás astros” (12).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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