Pero el reparador, por el contrario, se portó con él tal como debía haberse comportado

el hombre en el tiempo primitivo, como se portará el hombre nuevo de ahora en adelante y como deberían portarse todos los mortales. Es decir, que, considerándose solamente como ministro y servidor de Dios, no puede responsabilizarse de tomar la decisión de ceder a ninguna proposición, cualquiera que ésta sea, sin la autorización de su Señor, y se limita a comunicar la ley y la voluntad de este Señor a aquél a quien quiere seducir. Le hace comprender de este modo que no puede rendirse legítimamente a lo que se le propone y que, al ser su primera ley la voluntad de su dueño, debe consultarla antes de actuar y seguirla desde el momento en que la conozca.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice