Una vez, Mulla Nasruddin se perdió en una selva. Durante todo el día intentó encontrar
una salida, pero no pudo: cansado, hambriento, exhausto, sangrando, con las ropas hechas trizas porque la selva era realmente espesa y espinosa... Y estaba oscureciendo, el sol se estaba poniendo y la noche estaba a punto de llegar. Era ateo, un ateo notorio que nunca había rezado. Pero con la situación, el miedo a la noche y a los animales salvajes, por primera vez en su vida pensó en Dios. Se olvidó de todos los argumentos que solía presentar contra Dios. Se arrodilló en el suelo y dijo: «Querido Señor...», aunque miró a su alrededor, un poco avergonzado, sabiendo perfectamente bien que no había nadie, pero aún así avergonzado: ¡la filosofía atea de toda su vida! Pero cuando el miedo llama a las puertas y cuando la muerte está tan cercana, ¿a quién le importa la lógica, las filosofías, los «ismos»? ¿A quién le importa la razón, los argumentos? «Querido Señor», dijo, «por favor, ayúdame a salir de estos bosques y siempre te veneraré. Incluso empezaré a ir a la mezquita. Seguiré todos los rituales del islam. ¡Te lo prometo! Sálvame. Perdóname. Te pido disculpas por todas las cosas que he estado diciendo contra ti. He sido un tonto, un tonto absoluto. Ahora sé que existes». Justo en ese momento, pasó un pájaro por encima de él y dejó caer algo sobre sus manos extendidas. «Por favor, Señor, no me vengas con esa mierda. ¡Estoy perdido de verdad!».
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .