Básicamente, las polaridades pueden ser denominadas hombre/mujer: lo masculino, lo femenino. Y es más cercano
a nuestra realidad humana comprenderlas de esa manera. Podemos llamarlo negativo y positivo, pero eso estaría un poco alejado. Llamarlo yin y yang, Shiva y Shakti, hombre y mujer, lo acerca mucho a nuestro corazón: conocemos esta dualidad. Al hombre le atrae la mujer, a la mujer le atrae el hombre y, sin embargo, cuando están juntos no dejan de luchar. No pueden vivir separados y tampoco pueden vivir juntos. La atracción es inmensa, la repulsión también. Cuando estás con tu mujer o con tu marido, empiezas a pensar en cómo puedes estar solo, empiezas a pensar en la libertad, en estar solo, y en la belleza y el silencio y todo eso. Cuando estás solo, simplemente empiezas a sentirte aislado y empiezas a anhelar al otro, y empiezas a pensar en esos momentos amorosos, el cariño y todo eso. Cuando estás solo quieres que estéis juntos, cuando estáis juntos quieres estar solo. Obsérvalo, encierra un gran mensaje para ti. Simplemente dice: eres una mitad y la mujer es una mitad: juntos os hacéis uno. En ese momento de unidad te sientes en éxtasis, te regocijas; pero entonces surge el problema: esta unidad ¿es hombre o mujer? ¿Cuál es el factor dominante? Ése es el conflicto. El hombre y la mujer quieren ser uno, pero el hombre quiere seguir siendo el factor dominante en esa unidad; la mujer debería rendirse, someterse. Y ése es el mismo deseo por parte de la mujer, que el hombre debería rendirse y someterse. Los dos quieren ser uno, pero esa unidad debería ser «mía». Si yo soy hombre, entonces esa unidad tiene que ser del hombre; la mujer tiene que desaparecer en el hombre. Si soy una mujer, entonces tiene que ser de la mujer; el hombre tiene que desaparecer en la mujer. De ahí el conflicto, la atracción y la repulsión, y toda la comedia y la tragedia de la vida. El principio femenino es receptivo y el principio masculino es creativo, y ambos solo pueden ir juntos. Separados, ambos sufren. Entonces la mujer no tiene nada que recibir y se siente vacía. Y si no hay nadie que reciba, la creatividad del hombre se pierde, porque no hay nadie que aprecie, que inspire. La mujer recibe, inspira y ayuda al hombre a fluir en su creatividad. La creatividad del hombre ayuda a la mujer a fluir en su receptividad. Esta receptividad de la mujer no es solo biológica, es también espiritual. Detrás de todos los grandes poetas encontrarás la inspiración de una mujer. Las mujeres no han sido grandes poetisas ellas mismas, no necesitan serlo; pero nunca nace gran poesía sin una mujer. Ella funciona como un faro. Los hombres han sido grandes poetas, pero sin una mujer la poesía simplemente muere y se marchita. La receptividad y la creatividad son las dos alas del pájaro. Este vuelo hacia lo desconocido sólo se puede completar con las dos alas. Con un ala, el pájaro no va a ir a ninguna parte. Y recuerda: la creatividad no es más valiosa que la receptividad; son iguales, son absolutamente iguales. Ningún ala, derecha o izquierda, es mayor que la otra, no puede serlo. Son iguales. No son similares pero son iguales. Ahora hay un gran deseo en el corazón de las mujeres de ser creativas, por una cierta razón: la creatividad es alabada. Solo se dan Premios Nobel a los creadores, no a los que muestran una inmensa receptividad. Ésta es una situación fea que crea un deseo obsesivo de ser creativo, porque la persona receptiva no es apreciada en absoluto, no es valorada en absoluto, no se habla de ella en absoluto. De manera que en el mundo entero la mujer quiere ser creativa, pero en el momento en que quiere ser creativa empieza a perder su femineidad, su gracia. Empieza a volverse cada vez más masculina, porque lo creativo es el principio masculino. Empieza a volverse cada vez más dura. Pierde suavidad y redondez; empieza a tener esquinas, empieza a luchar. Puedes ver gritar a las mujeres del Movimiento de Liberación: sus gritos son feos. Y sé que su lucha es correcta, ¡pero luchar no es el camino de la mujer! La lucha misma destruirá su femineidad. Hay que hacerlo de alguna otra manera. De hecho, el hombre debería luchar por la igualdad de la mujer. Las personas que comprenden, las personas que piensan, las personas que son inteligentes, deberían crear un movimiento de hombres para la liberación de las mujeres. ¡Ellos deberían luchar! Son ellos los que han impuesto la esclavitud a las mujeres: ellos deberían sentirse culpables, ellos deberían deshacer lo que han hecho. Pero si la mujer empieza a luchar —y entonces, naturalmente, empieza a pensar en ser creativa, en pintar, bailar, cantar, esculpir, componer—, muy inconscientemente está imitando al hombre. Y recuerda: la mujer que imita al hombre será siempre un hombre de segunda categoría. Si quiere ser un hombre, será solo un hombre de segunda categoría. Es lo mismo que si un hombre quiere ser receptivo: no puede tener la receptividad natural de una mujer. Se volverá una mujer de segunda categoría. Para ser de primera categoría tienes que seguir tu naturaleza. No imites nunca. Sigue tu propia naturaleza intrínseca, sigue tu propia naturaleza congénita, porque solo con la realización de esa naturaleza llegas a un estado de gozo, plenitud, satisfacción. La mujer crea la vida: la vida en general, la vida como fenómeno universal. El hombre, o el elemento masculino, crea la naturaleza humana. El hombre es particular, la mujer es universal. El hombre entra en los detalles de las cosas. El hombre se vuelve un especialista. Por eso todos los campos dominados por el hombre se vuelven campos de especialización tarde o temprano, y surgen nuevas ramas, ramas de ramas. Y ahora todo ello parece una situación muy absurda. El hombre ha creado mucho conocimiento y ha entrado en los detalles profundos; pero ahora no hay nadie que haga un todo de ese conocimiento. Nadie sabe cómo crear una síntesis. Esa síntesis solo es posible a través de una mujer, no a través de un hombre, porque la mujer es un principio universalizador. El hombre disecciona, la mujer une. Por eso una mujer se siente más cerca de la religión que un hombre, y siempre se ha sentido más cerca de la religión que un hombre. Puede que no hayas observado este hecho. El hecho fundamental es: que la religión piensa en términos de unidad, integridad, totalidad. Eso es el Tao, o Dios, o lo que quieras. La ciencia disecciona y sigue dividiendo y ha llegado al electrón, a la partícula más pequeña. Son caminos opuestos. La religión sigue uniendo las cosas, más y más, y llega al Tao supremo que lo contiene todo: es la unidad suprema, y la ciencia sigue dividiendo y dividiendo, especializándose más y más. Dicen que la especialización significa saber más y más acerca de menos y menos.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .