A menos que uno establezca las bases de la virtud, la meditación se convierte en

una treta para controlar la mente, para aquietarla, para obligarla a adaptarse al patrón de un sistema que dice: “Haga estas cosas y recibirá una gran recompensa”. Pero una mente así haga lo que haga con todos los métodos y sistemas disponibles- seguirá siendo pequeña, mezquina, condicionada y, por lo tanto, sin valor. Tenemos que inquirir en lo que es la virtud, lo que es el comportamiento. ¿Es el comportamiento resultado del condicionamiento ambiental, de una sociedad, de una cultura, en la cual uno se ha criado y de acuerdo con la cual uno actúa? ¿Es eso virtud? ¿O consiste la virtud en estar libre de la moralidad social de la codicia, la envidia, etcétera, todo lo cual se considera altamente respetable? ¿Puede la virtud ser cultivada? Y si puede serlo ¿no se convierte entonces en una cosa mecánica que, por lo tanto, no tiene virtud alguna? La virtud es algo vivo, que fluye, que se renueva constantemente a sí mismo y no puede ser cultivada en el tiempo; es como sugerir que uno puede cultivar la humildad. ¿Puede cultivarse la humildad? Únicamente el hombre vanidoso “cultiva” la humildad, y no importa lo que cultive, seguirá siendo vanidoso. Pero en el ver muy claramente la naturaleza de la vanidad y del orgullo, en el mismo hecho de verlo, hay liberación de esa vanidad y ese orgullo, y en ello hay humildad. Cuando esto está bien claro, entonces podemos proceder a averiguar lo que es la meditación. Si no podemos hacerlo con gran profundidad, del modo más serio y verdadero no sólo por uno o dos días y después abandonarlo- entonces no hablemos, por favor, de meditación. Si uno comprende lo que es la meditación, ve que es una de las cosas más extraordinarias, pero no es posible comprender esto a menos que se haya terminado con la búsqueda, el tanteo, el deseo y ese aferrarse ávidamente a algo que uno considera ser la verdad, pero que sólo es proyección de uno mismo. No se llega al estado de meditación si no cesa toda demanda de “experiencia” y si uno no comprende la confusión en que vive y el desorden que impera en su propia vida. De la observación de ese desorden surge el orden, lo cual no es una imagen. Cuando uno ha hecho esto que en sí es meditación- entonces puede preguntar no solamente lo que es meditación, sino también lo que no es meditación, porque en la negación de lo que es falso, está la verdad.

Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .

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