Aunque la reencarnación es la ley de la naturaleza, la trinidad completa de Atma-Buddhi-Manas aún

no encarna enteramente en esta raza. Estos tres principios superiores usan y ocupan el cuerpo por mediación de la entrada de Manas, que es el más inferior de los tres principios, y los otros dos brillan sobre él desde arriba, constituyendo así el "Dios en los Cielos". Esto fue simbolizado en las antiguas enseñanzas Judáicas por medio del Hombre Celeste, quien se yergue con la cabeza en el cielo, y los pies en el infierno. Esto es, la cabeza, Atma y Buddhi aún permanece en el cielo, y los pies, Manas, caminan en el infierno, que es el cuerpo carnal y la vida material. Por esa razón el hombre no es aún totalmente consciente, y las reencarnaciones son aún necesarias con el fin de lograr la encarnación de la completa Trinidad Superior en el cuerpo. Cuando ese fin haya sido consumado, la raza llegará a ser una raza de dioses; y al encontrarse entonces la trinidad divina en pleno control y posesión, la masa total de la materia será perfeccionada y elevada hacia el próximo paso. Este es el verdadero significado de "el verbo hecho carne". En el caso aislado de individuos como Jesús o Buda, aquéllo fue un acontecimiento tan grandioso como para ser considerado por el mundo como el de una encarnación divina. Y de ésto también surge la idea de la crucifixión, porque Manas es pues crucificado con el propósito de elevar al ladrón hasta el Paraíso. Es en razón de que la trinidad no está encarnada en la raza que la vida abarca tantos misterios, algunos de los cuales están apareciendo día a día, a través de los diversos experimentos que se hacen acerca del hombre.

William Judge . El Oceano de la Teosofia .

Índice