¿Puede uno observar el mundo exterior con sus divisiones, sus terrores y peligros, sus criminalidades

políticas, sin derivar de ello conclusión alguna? Si observamos lo que ocurre exteriormente y, del mismo modo, observamos lo que ocurre dentro de nosotros, entonces nuestras acciones no son las acciones “de ustedes” ni “mis” acciones, porque juntos hemos observado la misma cosa. Pregúntense a sí mismos qué es lo que están buscando: ¿Es dinero, seguridad? ¿Es estar libres de temor a fin de poder disfrutar de placeres interminables? ¿Es librarse de la carga del dolor, no sólo de la propia carga sino de la carga mundial del dolor? ¿O están buscando algo intemporal, algo que el pensamiento jamás ha tocado, algo esencialmente original, absolutamente incorruptible? Descubran por sí mismos, como seres humanos iguales a los demás seres humanos en el mundo, qué es lo que buscan, qué es lo que anhelan. ¿Buscan alguna nueva clase de experiencia porque han tenido experiencias de diversos tipos y han dicho: “Es suficiente, ya he tenido todo eso pero deseo alguna otra clase de experiencia”, algo más grande, alguna experiencia que les proporcionará un gran deleite, una gran comprensión, una iluminación, una transformación? ¿Cómo lo descubrirán? Para descubrirlo tienen que estar libres de todas las ilusiones. Y eso implica completa honestidad a fin de que la mente no se engañe a sí misma. Para que no se engañen a sí mismos tienen que comprender toda la naturaleza del deseo. Porque es el deseo el que crea la ilusión; a causa del deseo quiere uno realizarse, espera siempre algo más. A menos que comprendan la total naturaleza y estructura del deseo, es inevitable que la mente engendre ilusiones. ¿Puede nuestra mente, habiendo comprendido la actividad del deseo, conocer su valor relativo y, por lo tanto, hallarse libre para observar? Ello implica observar sin ninguna clase de ilusión. ¿Tienen ustedes conciencia de las ilusiones? Cuando la mente está libre de ilusiones carece en absoluto de hipocresía, es clara y honesta; entonces pueden dar comienzo a la investigación, pueden investigar si hay una existencia intemporal, una verdad intemporal. Aquí es donde nace la meditación. Probablemente han jugado ustedes con la meditación: la meditación trascendental, la meditación tibetana, la meditación hindú, la meditación budista, la meditación zen... tal vez seriamente, tal vez con ligereza. Hasta donde puede uno entenderlo, todo el concepto de estas meditaciones es que el pensamiento debe ser controlado, que deben ustedes tener una disciplina, que deben someter sus propios sentimientos a algo diferente de “lo que es” ejerciendo para ello el control, una constante vigilancia. Ahora bien, si quieren descubrir qué es la meditación y no aceptar meramente lo que alguien dice al respecto, entonces ciertas cosas obvias son necesarias. No tiene que haber autoridad, porque en tal caso ustedes dependen, se esfuerzan, imitan y se amoldan. Uno tiene que comprender, entonces, la naturaleza del control y quién es el controlador. Desde la infancia se nos ejercita, se nos educa para que nos controlemos o nos reprimamos. O, yendo al otro extremo, que es lo que hoy está sucediendo, ¡hacer lo que nos plazca o se nos antojo! ¿Existe una manera de vivir sin ejercer ninguna forma de control? Lo que no significa hacer lo que a uno le dé la gana, complacerse en la permisividad y esas cosas. ¿Hay un modo de vivir en el que no exista ni el más leve vestigio de control? Para descubrir eso, tiene uno que preguntarse: ¿Quién es el que controla?.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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