MUCHAS PERSONAS TE HAN TORCIDO LA CABEZA, la mente, de muchas formas, según sus ideas

de cómo deberías ser. No tenían mala intención. Tus padres te querían, tus profesores te querían, la sociedad quiere que seas alguien. Tenían buenas intenciones, pero escaso entendimiento. Olvidaron que no se puede convertir un macizo de caléndulas en un rosal, ni viceversa. Lo único que puedes hacer es contribuir a que las rosas sean más grandes, a que tengan más color y más fragancia. Puedes aportar todos los productos químicos necesarios para transformar el color y el perfume —el abono, la tierra adecuada, el riego conveniente en los momentos oportunos—, pero no conseguirás que el rosal de lotos. Y si empiezas a decirle al rosal que tiene que dar flores de loto —y desde luego, las flores de loto son preciosas y muy grandes—, lo estarás condicionando de mala manera, algo que solo contribuirá a que el rosal jamás de lotos. Además, su energía se canalizará mal, de modo que ni siquiera dará rosas, porque ¿de dónde sacará la energía para producirlas? Y entonces no habrá ni lotos ni rosas, y naturalmente, el pobre arbusto se sentirá vacío, frustrado, yermo, indigno. Y eso mismo les ocurre a los seres humanos. Con las mejores intenciones del mundo, todos quieren cambiar tu mente. En una sociedad mejor, con personas más comprensivas, nadie te cambiará. Todos te ayudarán a que seas tú mismo, y ser uno mismo es la mayor riqueza que se puede obtener en este mundo. Ser uno mismo proporciona todo lo necesario para sentirse satisfecho, para que la vida tenga significado, para que sea importante. Por el simple hecho de ser tú mismo y de crecer de acuerdo con tu naturaleza se cumplirá tu destino. Y es que el impulso no es nada malo por sí mismo, sino cuando se desvían los objetivos. Y has de tener cuidado para que no te manipule nadie, por buenas que sean sus intenciones. Tienes que mantenerte al margen de esas personas con buenas intenciones, de las buenas personas que no paran de aconsejarte que hagas esto o lo otro. Préstales atención y dales las gracias, porque no quieren hacerte ningún daño, pero al final lo que ocurre es que sí te hacen daño.

Osho . El libro del ego .

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