Pero, cuando nuestra propia transfiguración nos ha elevado por encima de la nube, ésta puede
cubrir a continuación la montaña y no perdemos el recuerdo de lo que ha ocurrido delante de nosotros. Bajamos llenos de respeto por la esencia que nos anima, llenos de amor y de adoración por el que nos ha hecho lo que somos; guardamos nuestro secreto en lo más profundo de nuestro cora- zón, completamente convencidos de que, en esa soledad interior, podemos honrar al ser soberano mejor que descubriendo sus riquezas y sus tesoros a ojos que no serían dignos de ello.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .