Pero, cuando tenemos la dicha de no apoyarnos en nuestras propias fuer- zas y es,
por fin, este ser poderoso el que personalmente actúa y opera, el enemigo tiembla y huye a sus antros oscuros, al no poder resistir la fuerza invencible del león de la tribu de Judá, al que el eterno ha jurado, por su nombre temible, que le sería dado todo imperio. Esta promesa categórica es la que asegura el triunfo por la sola presencia de este agente sagrado y hace que el enemigo sienta la diferencia que hay entra la palabra de verdad y una pala- bra variable o falsa.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .