Las existencias sucesivas de un discípulo son ordinariamente tempestuosas y atormentadas, pues las mismas cualidades

que en el hombre ordinario se desenvolverán tras una larga sucesión de vidas en los tres mundos, deben desplegarse sin retardo en el discípulo dirigiéndose a la perfección por un rápido crecimiento. A fuerza de pasar bruscamente de la alegría a la tristeza, de la calma a la tormenta, del reposo al trabajo, el discípulo llega a ver en esas vicisitudes formas ilusorias, y a sentir, a través de todas ellas, una continua e invariable corriente de vida. Llega a serle indiferente el poseer o no las cosas, y su vista s fija cada vez más en la inconmovible y perpetuamente presente realidad.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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