Así, cuando vemos todo esto todas las modalidades del hábito, que implica funcionar según la
memoria establecida, operar desde esa memoria-, cuando nos damos cuenta claramente de esto, entonces nos encontramos con el placer. Porque, después de todo, lo que deseamos profundamente es el placer y todos nuestros valores se basan en él. El placer es el factor constante por el cual estamos dispuestos al sacrificio, el que defendemos, por el que aceptamos ser violentos, etcétera. Pero, si observamos el placer, pronto veremos que también éste se convierte en un hábito y, cuando ese hábito del placer es negado, hay inquietud, pena y sufrimiento. Y para evitar esto caemos en otra trampa del placer. Uno puede acostumbrarse a la belleza o a la fealdad, a la belleza de un árbol o a la suciedad del camino. Colgamos una pintura en la habitación y la contemplamos, y pronto ello se ha vuelto un hábito. O, como hacen muchas personas, cambiamos la pintura esperando con eso mantener la agudeza de visión. Este es meramente otro truco para vencer la insensibilidad.
Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .