Aun cargados de esta sacralidad tenebrosa, los minerales son encaminados a los hornos. Entonces comienza

la operación más difícil y aventurada. El artesano sustituye a la Madre Tierra para acelerar y perfeccionar el «crecimiento». Los hornos son, en cierto modo, una nueva matriz, una matriz artificial donde el mineral concluye su gestación. De aquí, el número ilimitado de tabúes, precauciones y rituales que acompañan a la fusión. Se instalan campamentos cerca de las minas, y se vive en ellos virtualmente puro durante toda la temporada (en África suelen ser varios meses, por lo general entre mayo y noviembre)'. Los fundidores achewa observan la continencia más rigurosa durante todo este tiempo (Cline, op. cit., 119). Los bayeka no aceptan mujeres cerca de los hornos (ibíd., 120). LOJ baila, quienes viven aislados durante toda la temporada metalúrgica, son todavía más rigurosos: el obrero que ha tenido una polución nocturna ha de ser purificado (ibíd., 121). Los mismos tabúes sexuales se encuentran entre los bakitara; si el fabricante de fuelles ha tenido relaciones sexuales durante su trabajo, los fuelles se llenarán constantemente de agua y rehusarán el cumplir con su cometido 10. Los pangwe se abstienen de toda relación sexual desde dos meses antes, y durante todo el tiempo que duran los trabajos de fusión (ibíd., 125). La creencia de que el acto sexual puede comprometer el buen éxito de los trabajos es común a todo el África negra. La prohibición de las relaciones sexuales aparece incluso en las canciones ri oíales que se entonan durante los trabajos. Así cantan los baila: «Kon-gwe (clítoris) y Malaba la negra (labiae feminae) me horrorizan. He visto a Kongwe soplando el fuego. Kongwe me horroriza. ¡Pasa lejos de mí, pasa lejos, tú, con quien hemos tenido relaciones repetidas, pasa lejos de mí!» (Cline, 121).

Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .

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