Muchos científicos han reconocido la autenticidad de fenómenos en apariencia sobrenaturales, porque como el citado
caso de levitación, contrarían la ley de la gravedad; pero al investigarlos, se enredaron en inextricables dificultades por su desgraciado intento de darles explicación con hipótesis basadas en las leyes conocidas de la naturaleza. En el resumen de su obra, concreta De Mirville la argumentación de los científicos adversarios del espiritismo en cinco paradojas a que llama confusiones, conviene a saber: Primera confusión. – La de Faraday, quien explica el fenómeno de la mesa diciendo que ésta empuja al experimentador a causa de la resistencia que la hace retroceder. Segunda confusión. – La de Babinet, quien explica los golpes diciendo que de buena fe y con perfecta conciencia los producen ventrílocuos, cuya facultad implica necesariamente mala fe. Tercera confusión. – La de Chevreuil, quien explica la facultad de mover los muebles sin tocarlos, por la previa adquisición de esta facultad. Cuarta confusión. – La del Instituto de Francia, cuyos miembros aceptan los milagros con tal que no caontraríen las conocidas leyes de la naturaleza. Quinta confusión. – La de Gasparín, que supone fenómenos sencillos y elementales, los que todos niegan porque nadie vio otros iguales (41). Mientras los científicos de fama admiten tan fantásticas hipótesis, algunos neurópatas de menor cuantía explican los fenómenos psíquicos por medio de un efluvio anormal, dimanante de la epilepsia (42). Otro hay que quisiera tratar a los médiums (y suponemos que también a los poetas) con asafétida y amoníaco (43), y califica de lunáticos o de místicos alucindados a cuantos creen en las manifestaciones psíquicas. A este médico y conferenciante, se le podría aplicar la frase del Nuevo Testamento: “Sánate a ti mismo”; porque, en verdad, ningún hombre de cabal juicio se atrevería a tachar de locos a los cuatrocientos cuarenta y seis millones de personas que en las cinco partes del mundo creen en las relaciones de los espíritus con los hombres. Considerando todo esto, maravilla la osadía de los presumidos pontífices de la ciencia al clasificar fenómenos que en absoluto desconocen. Seguramente, los millones de compatriotas a quienes de tal manera engañan, les merecen tanta consideración como si fueran gorgojos de patata o cigarrones, porque el Congreso norteamericano, a instancia de la Asociación americana para el progreso de las ciencias, promulga estatutos constituyentes de comisiones nacionales para el estudio de los insectos; los químicos se ocupan en cocer ranas y chinches; los geólogos entretienen el ocio en la observación de ganoides cónquidos y en discutir el sistema dentario de las diversas especies de dinictios; y los entomólogos llevan su entusiasmo hasta el extremo de cenarse saltamontes cocidos, fritos y en salsa (44). Entretanto, millones de americanos quedan abandonados “a la confusión de locas ilusiones”, según frase de los ilustres enciclopedistas, o sucumben a los “desórdenes nerviosos” dimanantes de la “diatesis” mediumnística”.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .