¿Le ha sucedido alguna vez seguramente sí- que de pronto percibe algo y, en ese

instante de percepción, no tiene problema alguno en absoluto? En el momento mismo en que ha percibido el problema, éste ha cesado por completo. ¿Comprende, señor? Usted tiene un problema, piensa sobre él, arguye con él, se preocupa; dentro de los límites de su pensar, ejercita todos los medios para comprenderlo. Finalmente, dice: «Nada más puedo hacer». No hay nadie, ni gurú, ni libro alguno, que le ayude a comprenderlo. Se ha quedado con el problema y no hay salida. Habiendo indagado en el problema hasta el pleno alcance de su capacidad, lo deja tranquilo. Su mente ya no se preocupa más, no se tortura con el problema, no dice más: «Tengo que encontrar una respuesta»; por lo tanto, se queda quieta, ¿no es así? Y en esa quietud encuentra usted la respuesta. ¿No le ha sucedido a veces? No es nada extraordinario. Ocurre con los grandes matemáticos y científicos, y las personas lo experimentan ocasionalmente en su vida cotidiana. ¿Qué significa eso? La mente ha ejercitado en plenitud su capacidad de pensar y ha llegado al borde mismo de todo pensamiento sin haber encontrado una respuesta; entonces se queda quieta. No por agotamiento, no a causa de la fatiga, no por decir: «Me quedaré quieta y, de ese modo, hallaré la respuesta». Habiendo hecho ya todo lo posible para encontrar la respuesta, la mente se aquieta de manera espontánea. Existe una respuesta que no surge de opción alguna, de exigencia alguna, una intensa atención exenta de toda ansiedad; y en ese estado de la mente hay percepción. Unicamente esta percepción resolverá todos nuestros problemas.

Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .

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