No es la primera vez en la historia que el mundo invisible ha tenido que

luchar contra el materialista escepticismo de la cegueraespiritual de los saduceos. Platón deplora en sus obras y alude más de una vez a la incredulidad de ciertas gentes. Desde Kapila, el filósofo indo que muchos siglos antes de J. C. dudaba ya de que los yoguis en éxtasis pudiesen ver a Dios cara a cara y conversar con las más elevadas entidades, hasta los volterianos del siglo XVIII que se burlaban de lo más sagrado, en toda época hubo Tomases incrédulos. Pero ¿han conseguido atajar los pasos de la verdad? Tanto como los ignorantes e hipócritas jueces de Galileo lograron detener el movimiento de la tierra. No hay teoría capaz de influir decisivamente en la estabilidad e inestabilidad de una creencia heredada de las razas primitivas que, si tenemos en cuenta el paralelismo entre las evoluciones espiritual y física del hombre, recibieron la verdad de labios de sus antepasados, los dioses de sus padres que “estaban al otro lado de las aguas”. Algún día se demostrará la identidad de los relatos bíblicos con las leyendas indas y la cosmogonía de distintos países, para ver cómo las fábulas de las edades míticas son alegorías de los fundamentales principios geológicos y antropológicos. A esas fábulas de tan ridícula expresión habrá de recurrir la ciencia para encontrar los “eslabones perdidos”. Por otra parte, ¿qué denotan las raras coincidencias observadas en la historia respectiva de pueblos tan distantes? ¿De dónde proviene la identidad de los conceptos primitivos que se advierten en las llamadas fábulas y leyendas, donde se encierra el meollo de los sucesos históricos, de una verdad profundamente encubierta bajo la capa de poéticas ficciones populares, pero que no deja de ser verdad? Comparemos, por ejemplo, el Génesis con los Vedas en los pasajes siguientes: Y habiendo comenzado los hombres a multiplicarse sobre la tierra y engendrado hijas, viendo los hijos de Dios las hijas de los hombres que eran hermosas, tomáronse mujeres, las que escogieron entre todas... Y había gigantes sobre la tierra en aquellos días (46)...

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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